Todo comenzó en un atardecer del 30 de agosto de 1935, en la aldea de Kadievska, en Ucrania. Un camarada llegó a la pequeña casa del minero Alexei Stajanov. Era Konstantin Petrov, que se desempeñaba como partorg (es decir, comisario político) en la mina Irmino Central, una de las más importantes de la riquísima cuenca minera del Donbass.
El camarada Petrov estaba bastante preocupado porque no se habían alcanzado las metas fijadas por el Plan Quinquenal. Su preocupación tenía un fundamento tirando a plomo, porque nada desagradaba más al camarada Josef Vissarionovich Diugashvilli “Stalin” que no se cumpliesen las cotas de producción que sus tecnoburócratas de la planificación centralizada establecían desde Moscú, a millares de kilómetros de distancia.
El preocupadísimo partorg camarada Petrov explicó al atemorizado camarada Stajanov que debía hacerse un esfuerzo extraordinario para superar las marcas de extracción de carbón en Irmino, que estaban demasiado bajas, a pesar de que había llegado una partida de martillos neumáticos.En la noche de ese mismo 30 de agosto de 1935, Alexei Stajanov descendió a la mina, agarró el martillo neumático y en un turno de seis horas de trabajo extrajo 102 toneladas de carbón, equivalentes al 10 por ciento de toda la producción diaria de Irmino. La noticia de su hazaña se propagó por el continente soviético e instantáneamente surgieron millares de émulos. Había nacido el stajanovismo. Un zapatero cosió 1.008 suelas en un solo día, un bailarín del Bolshoi superó las metas fijadas por el comisariado del Plan Quinquenal e inspirado por el genial pensamiento del Padrecito de los Pueblos quedó suspendido en el aire hasta que se durmieron los cronómetros, el camarada Popov superó la barrera de los tres mil versos en odas a Stalin escritos en un solo día. Un minero siberiano extrajo 364 toneladas de carbón, otro llegó a las 778, otro a las 981. El 29 de noviembre, Vladimir Machekin, de la mina Prokopievsk no descansó hasta dejar un hueco así de grande en las entrañas del planeta: 1.466 toneladas de carbón.
Stajanov se había convertido en un héroe de la Unión Soviética. Recorría el imperio dando conferencias sobre la influencia del pensamiento (o lo que fuere) de Stalin sobre la producción socialista, científicamente superior a la metodología capitalista. En los desfiles del 1° de mayo y del 7 de noviembre aparecía junto a los jerarcas del Kremlin en el mausoleo de Lenin. Toda una ironía del destino, porque hacía varios lustros que había dejado de trabajar: prácticamente desde el día en que descendió a la mina y en seis horas desató una gigantesca locura colectiva. En 1975, destruido por los delirium tremens, lo internaron en una clínica psiquiátrica, donde murió loco dos años después. La mina de Kadievska fue bautizada Stajanov. Por entonces, ya integraba la pequeña elite de seres humanos cuyo nombre se ha transformado en sustantivo o en adjetivo calificativo. Se denomina stajanovista a quien realiza un esfuerzo extraordinario en el trabajo, aunque últimamente, sobre todo desde que se derrumbó el socialismo real, ese vocablo asumió un sentido irónico: stajanovista es ahora quien se entusiasma excesivamente por el trabajo...
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