domingo, abril 02, 2006

DDHH, JAIMITO, JOVINO Y EL PUNTO FINAL...


Marzo estuvo cargado de recuerdos en Chile y Argentina acerca de la barbarie desatada por los milicos contra el pueblo. En Argentina la conmemoración de 30.000 asesinados por la dictadura fue ampliamente difundida por los medios reivindicando a las víctimas y en medio de nuevos procesamientos a un montón de criminales.
En Chile la nueva presidenta se compromete con la justicia en el acto de homenaje a los comunistas degollados y a los pocos días la madre de los hermanos vergara denuncia en el palacio de los tribunales a los jueces por ser cómplices de los asesinos. En la Villa Francia como todos años jóvenes de "ultraizquierda" conmemoran a balazo limpio a los caídos mientras los pacos se defienden a hondazos... algo raro pasa en Chile...Porque el sábado la UDI en pleno asiste al cementerio a llorar a Jaimito y su cabecilla Jovino rechaza el PUNTO FINAL y que acabe la IMPUNIDAD en el caso del asesinato del devoto Jaimito. Las patas de estos y los del gobierno son increíbles no nos olvidemos que los socialistas a través de Lagos e Inzulza rescataron a Pinochet de las manos de la justicia internacional. Algo ha cambiado en el último tiempo ojálá que la gordis no haga como sus correligionarios hicieron antes desde el gobierno y no entrampe el camino de la justicia.

Recordando a los miles de caídos en las dictaduras del cono sur quiero publicar este escrito de Lemebel...


CLAUDIA VICTORIA POBLETE HLADZICK

Al caer en mis manos el libro MUJERES CHILENAS DETENIDAS DESAPARECIDAS, publicado en Santiago el 4 de Marzo de 1986, el Día Internacional de la Mujer. Después de recordar con impotencia las caras nubladas de 56 obreras, profesoras, estudiantas, modistas, dueñas de casa, sociologas, secretarias, o empleadas domésticas que abanican con sus rostros el triste hojeo de estas páginas; me detengo sin querer en el último caso que documenta esta bitácora. El retrato párvulo de Claudia Victoria, la niña más joven que cierra aquella ronda de la muerte.
Al mirar su foto y leer su edad de ocho meses al momento de la detención que es tan pequeña para llamarla DETENIDA DESAPARECIDA. Creo que a esa edad, nadie tiene un rostro fijo, nadie posee un rostro recordable, porque en esos primeros meses, la vida no ha cicatrizado los rasgos personales que definen la máscara civil. A esa edad, todas las guaguas se parecen, todas hacen pucheros y se rien sin verguenza frente a una cámara fotográfica. Ninguna sabe entonces que su carita de manzana mostrando las encías despobladas, es la última visión que se tendrá de ellas, el único documento en blanco y negro donde aparece y desaparece la nena, tan diminuta, tan grasiosa y chiquitita, como para cargar en su frágil cuerpo la banda fúnebre que encinta el álbum familiar de América Latina.
Desde donde acaso se puede invocar una vida tan corta, la más desaparecida en su diminuto capullo rasgado a tirones la noche del 28 de Noviembre de 1978, en Buenos Aires. La ciudad donde vivía con su mamá argentina y su padre chileno, la pareja que intentaba anidarle un futuro, esa capital silenciada por la dictadura porteña. Desde que sueño infantil recuperarla, sobresaltada, bruscamente despierta por los bototos pateando.
Los enormes zapatos que entraron en su mundo que ella vio asustada pisando dibujo, muñecas y libros de cuentos deshojados revoloteando en el ventanal estremecido por el brutal allanamiento. Esa noche que vió por última vez su espacio cálido, desde donde la arrancaron sin permiso, en el infarto nocturno de oir los ecos de su madre apagándose por el túnel de algodón donde la desaparecieron.
Al detenerse en la foto de Claudia Victoria, la pienso doblemente desaparecida en la multitud de guaguas que tienen la misma mueca juguetona para el diaporama del recuerdo. Y tal vez, si esta viva, quizás adoptada por alguna familia militar que no podía tener hijos, se hace más oscura su desaparición, ahora como hija veinte años criada en el bando contrario que le giró bruscamente su vida. Se hace imposible recuperarla para decirle la verdad, para contarle un viejo cuento que se inició en Santiago de Chile, en el barrio de La Cisterna, cuando José Poblete, lisiado de las dos piernas, emigró a la Argentina para reabilitarlo. Y allí conoció a Gertrudis Hlaczik con quién formó un hogar y tuvieron una hija que crecía cada día mas linda, mientras el estudiaba sociología y se movía entre los pasajeros de los trenes en su silla de ruedas vendiendo cosas. Ambos participaban en un grupo de cristianos por la liberación. Ambos fueron detenidos en la beba y hasta el día de hoy no se sabe de su paradero. Después las abuelas de la niña, dejaron los zapatos en la calle, buscando, preguntando por ellos en Campo de Marte, el Olimpo y Puente Doce. Y siempre les dijeron lo mismo: No se sabe. No aparecen. A joder a otro lado viejas. Por ahí, algo supieron de los chicos através de unos detenidos que los vieron en el Olimpo, aún con vida. Pero de la nena nadie tenía información, se había esfumado en el aire empa9ado de aquella noche de terror. Ni siquiera el cardenal Gracelli, el sucio monseñor alcahuete de las botas argentinas, supo dar razón a el desaparecimiento de Claudia Victoria, y despidió a las abuelas con una hipócrita bendición en su elegante despacho de la Nunciatura. Por eso la abuela chilena de la niña, se integró a las Abuelas de Plaza de Mayo; solamente ella, porque la abuela argentina sucumbió en la inutil espera. Se suicidó en Buenos Aires, justo a los tres años de ocurrido el hecho.
Y de Claudia Victoria, la diminuta criatura impresa en la foto, nunca más se supo, y su amplia sonrisa dibujada en el papel, es la misma cicatriz que une a los dos países. La misma costra cordillerana que hermana en la ausencia y el dolor.

Pedro Lemebel


La joven (inscripta como Mercedes Beatriz Landa, nacida el 13 de junio de 1978, hija propia del matrimonio formado por el militar Ceferino Landa y Mercedes Beatriz Moreira), fue localizada por Abuelas de Plaza de Mayo e incluida en una causa en la Justicia Federal. Fue citada por el juzgado e invitada a realizarse los análisis inmugenéticos. El 7 de febrero de 2000, con los resultados que acreditaban su identidad, se produjo en el Juzgado la audiencia de restitución en la que Claudia conoció su verdadera historia y a su familia. Ceferino Landa fue integrante de la estructura de inteligencia del Ejército, retirándose con el grado de teniente coronel. Al declarar en la causa, el hombre reconoció que Claudia no era hija suya y afirmó que había recibido el ofrecimiento de tenerla de parte del médico militar Julio César Cáceres Monié, que firmó la falsa partida de nacimiento. Cáceres Monié está fallecido. El Juez Dr. Gabriel Cavallo fundamentó el procesamiento de los apropiadores citando la Convención Interamericana sobre Desaparición de Personas. Calificó el delito de apropiación de menores, la supresión de identidad y la desaparición de personas como delitos permanentes y crímenes de lesa humanidad. A partir de esta causa, el juez falló sobre la nulidad de las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final, quedando detenidos los represores Julio Simón y Juan Antonio Del Cerro.Entre el 14 y el 18 de junio de 2001, se desarrolló el juicio oral y público. Ceferino Landa fue condenado a 9 años y 4 meses; Beatriz Moreira a 9 años. Ambos fueron beneficiados con el arresto domiciliario. Claudia recuperó su identidad, agregando a su nombre el apellido materno. Hoy tiene una excelente relación con toda su familia. )